Sobre el fin de la vida
2022, 1100 palabras
Cada uno de nosotros somos un test. Una versión en pruebas. Estamos arrojados al mundo no como individuos, sino como versiones «beta» de un programa en continuo desarrollo: el programa llamado Vida. El programa se desarrolla, aparentemente, con un único impulso (drive) guía: expandirse más y más por el espaciotiempo. Hay quienes dicen que la meta o el impulso-guía del programa es la adaptación al entorno, pero yo creo que eso es solo un subproducto, una condición necesaria –pero no suficiente– de lo anterior. Porque, ¿en qué consiste adaptarse al entorno? En poder vivir en él, o poder seguir viviendo en él: y poder seguir viviendo no es más que poder seguir desarrollando el programa. Ergo, la adaptación no puede ser el fin último. Es solo algo que permite continuar con el desarrollo del programa.
Supongamos un entorno cambiante, como lo son, en mayor o menor medida, todos los entornos reales: entonces, sin duda, un objetivo principal del programa será adaptarse a dichos cambios para que el programa mismo pueda seguir corriendo. Supongamos ahora un entorno idealizado, estático, y supongamos que una subsección del programa (una colonia de bacterias, por ejemplo, o de tigres, o de humanos) habita en él: es razonable pensar que tras las suficientes generaciones su adaptación a dicho medio se habrá optimizado hasta un punto en el que los rendimientos decrecientes de sucesivas adaptaciones tiendan a cero. Es decir: un punto en el cual ese subgrupo esté óptimamente, o perfectamente, adaptado a su entorno. ¿Qué
La Vía Láctea, un primer objetivo.
implicaría eso? ¿Se detendría en ese momento la vida de tal colonia de bacterias, o de tigres, o de humanos? ¿Empezaría a partir de ese punto a involucionar y adaptarse cada vez peor, por alguna suerte de movimiento pendular cósmico, por ahora aún desconocido para nosotros pero que nos aguardaría fatídicamente de llegar a encontrarnos alguna vez en esa situación?
Algunos podrían decir que este escenario, a pesar de ser aparentemente concebible, es realmente imposible (físicamente imposible, metafísicamente imposible, o por alguna otra clase más esotérica de imposibilidad), en la medida en que un entorno nunca puede ser estático, aunque solo fuera porque la propia acción de las formas de vida que lo habitan ya tendría un efecto transformador sobre él. Yo acepto esta crítica: me parece imposible en la práctica (o en la realidad). Pero como caso límite creo que puede ser útil para iluminar algunos matices sobre el fin del programa Vida, aunque nos exija un esfuerzo imaginativo más allá de lo que dictaría prudente el realismo.
Entonces, ¿qué pasaría con esta colonia de vivientes en tal entorno estático idealizado? En primer lugar: ¿dejarían de reproducirse? No veo ninguna razón por la que debiera ser así. Sus instintos (o subrutinas del programa) seguirían operando, previsiblemente. Los habitantes de tal entorno en cualquier momento dado solo estarían ahí porque sus ancestros tuvieron ese primordial impulso de reproducirse; por tanto, si por alguna razón fuesen perdiéndolo a lo largo de sucesivas generaciones, eventualmente llegarían a extinguirse, y no es ese el escenario que estamos considerando, pues difícilmente podría decirse que una colonia (o especie, o linaje de la magnitud que se quiera) extinta o en vías de extinción está «óptimamente adaptada a su medio». Por tanto, la subrutina de reproducción tiene que seguir estando ahí, ya sea en una forma más inconsciente (como nuestros bien conocidos instintos) o en otra más consciente (como el deseo de una pareja moderna de tener hijos por cualquier razón explícita más allá del mero instinto, por ejemplo porque creen que en un futuro serán más felices si tienen hijos que si no, o por el placer de verlos crecer, o lo que fuera; o tal vez por un sano deseo de formar eventualmente un imperio transgaláctico para mayor gloria de sus dioses o de sus ancestros, o cualquier otra cosa).
Entonces, la colonia seguirá reproduciéndose, y esto, en un entorno estable, implica que el número de sus miembros tenderá a aumentar, y por tanto la colonia misma tenderá a aumentar de tamaño y extenderse en el espaciotiempo. Después, podrían pasar dos cosas: que se topase eventualmente con algún tipo de límite duro (por ejemplo de recursos o de espacio) que le impidiera seguir expandiéndose, o que la expansión pudiese continuar infinitamente. Dado que el propio espaciotiempo parece no ser infinito y tener algún tipo de límite, supongamos la primera de estas dos hipótesis como la más probable, e imaginemos que la expansión de esta colonia cesaría al toparse con dicho límite y previsiblemente se mantendría entonces en ese tamaño máximo alcanzado, estando a su vez las sucesivas generaciones óptimamente adaptadas al medio; por lo que las nuevas generaciones no aportarían, en apariencia, ya nada nuevo sobre las anteriores: ni mejor adaptación al entorno ni mayor expansión espacial. Pero en verdad sí seguirían aportando algo: mayor expansión temporal; es decir, perdurar (aunque sea en un estado relativamente fijo en términos tanto cualitativos como espaciales) en la existencia.
¿Y perdurar hasta cuándo? Previsiblemente, hasta «el fin de los tiempos», que según la física actual vendría a ser la muerte térmica del universo, o su punto de equilibrio termodinámico, en el cual ya no es posible la acción de ningún tipo (el trabajo de ningún tipo, el intercambio de energía de ningún tipo) por haber llegado a su punto de máxima entropía. Ahora bien, parece también ser posible que la entropía se reduzca espontáneamente en cualquier región dada del espaciotiempo por fluctuaciones aleatorias, y en ese caso nuestra colonia de vivientes podría tener teóricamente la oportunidad de evitar la desaparición si supiera o pudiera de algún modo aprovecharse de dichas fluctuaciones, y seguir así persistiendo ad infinitum; pero por ahora eso es mucho suponer, y además implicaría salir de nuestra hipótesis del medio «estático». De modo que, sin contar con el posible aprovechamiento de fluctuaciones termodinámicas a gran escala en regiones enteras del universo, o cosas aún más extrañas, como la creación de otros universos nuevos o el viaje a otros universos o la apertura a nuevas dimensiones que permitiesen escapar del «fin de los tiempos», el programa Vida parece toparse con tres límites: el límite a la adaptación (como en el escenario propuesto al principio), el límite a la expansión espacial y el límite a la expansión temporal.
El fin de la vida, por tanto, sería ocupar todo el espaciotiempo en un estado de máxima (o perfecta, u óptima) adaptación al entorno, o tendiendo continuamente hacia ese estado (y a ese límite de la expansión espaciotemporal) como horizonte asintótico. Mientras no llegue a ese punto, el programa no estará del todo terminado, y nosotros seguiremos siendo tests o versiones en pruebas, intentando depurar errores y acercarnos lo más posible a ese objetivo final.