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Herejías Políticas

Una herejía es una doctrina teológica heterodoxa que choca en algún punto crucial con el canon aceptado. Las instituciones religiosas no pueden tolerar un amplio grado de disenso doctrinal entre sus filas, pues pondría en riesgo la supervivencia de la propia estructura.

Mencius Moldbug, el conocido neorreaccionario, se refiere al complejo académico-mediático creador de opinión en Estados Unidos (aunque es extrapolable también hasta cierto punto a todo Occidente) como «la Catedral», por su afán universalista y totalizador. Esta «Catedral» funciona como una vanguardia cultural (desde las universidades, los medios de comunicación y la alta burocracia) que genera las ideas que luego se irán filtrando poco a poco hasta calar en el gran público y convertirse en parte del «sentido común». La cuestión, dice Moldbug, es que esta vanguardia cultural y su proceso de generación de ideas va siempre en una sola dirección: la del progresismo. Así pues, lo que ayer era progresista hoy es reaccionario, y lo que es progresista hoy será reaccionario mañana. El progresismo siempre avanza, y, con él, se desplaza también continuamente la ventana de Overton (o, en términos más llanos, lo políticamente correcto o aceptable para la sociedad), pero siempre en el mismo sentido. Lo reaccionario, pues, es simplemente lo que la «Catedral» pasa a señalar en cada momento como desfasado o antiguo: no usar el último eufemismo o no estar de acuerdo con la última versión del programa de la Modernidad se convierte en herético.

Familia feliz

En esta serie de escritos, bajo el rótulo de «Herejías políticas», pretendo airear ciertas perspectivas contrarias a las de la Catedral o el consenso político de nuestro tiempo. No se trata de escritos de teoría o filosofía política, sino de retazos, observaciones personales y reflexiones pasajeras que, no obstante, tienen un fondo político. Un fondo que, desde la perspectiva de nuestra Catedral, es decididamente herético.

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